Casablanca y las tres mujeres de La Marsellesa


Por Gerardo Cadierno. ¿Qué tiene la escena de la Marsellesa de Casablanca, la película de Michael Curtiz que logra -según el semiólogo italiano Umberto Eco- dividir a la humanidad entre quienes se conmueven con ella y quienes no?

En principio no es una escena plana en la cual simplemente se entona una canción como un mensaje de resistencia y libertad. Tampoco es un instante de actuaciones sublimes. 

Si bien están todos esos elementos hay algo más, algo que la hace diferente a casi todas y la pone en la historia grande.

Si tuviera que proponer algún esbozo de respuesta es que esa escena enhebrada alrededor del viejo Canto de guerra para el ejército del Rin -tal el nombre original del himno francés- no nos muestra una escena sino que nos propone un viaje a lo mejor de nosotros, a nuestros deseos de libertad, de igualdad y de fraternidad.

Esa escena es un viaje a nuestras dignidades, A esas que muchas veces pueden estar sepultadas, pero aún vivas; tal vez dormidas pero latentes. Es por eso que esa escena rompe con la pared que marcaría la pantalla de plata, excede el Café de Rick, va más allá de esa ciudad marroquí, es -en definitiva- un pasaporte hacia cualquier tiempo y lugar donde alguien decide ponerse de pie.

Y en esta escena los dos protagonistas viajan a través de tres mujeres que serán, a su vez, tres símbolos unidos por la canción de guerra que compuso Claude Joseph Rouget de Lisle.

Rick Blaine (Humphrey Bogart) discute con el líder antinazi Victor Laszlo (Paul Henreid)

Todos van al Café de Rick
El viaje comienza, como casi todos, en la soledad de una habitación. En la oficina del café, su propietario, Rick Blaine (Humphrey Bogart) discute con el líder antinazi Victor Laszlo (Paul Henreid, nacido en Austria y exilado en 1935) quien le pide al norteamericano que lo ayude a conseguir unas visas para huir de la marroquí Casablanca acompañado de su mujer, Ilsa Lund (Ingrid Bergman). 

El mayor Strasser disfruta del poder que da el poder.
En la vida real, Conrad Veidt debó Alemania por casarse con una judía

Los motivos de Laszlo son vida o muerte a causa de una causa, los de Rick el triste de rencor de reencontrar a esa mujer a la que no sabía casada y con quien se amó en París, esa mujer que de todos los bares en todas las ciudades del mundo había elegido entrar justo en el suyo. 

De pronto, hasta la habitación donde ambos hombres confrontan sube la melodía engrupida de los nazis que provocadoramente cantan Die Wacht am Rhein (El guardia sobre el Rín), y la cámara nos golpea con el mayor Strasser (Conrad Veidt) dirigiendo marcialmente a sus soldados y disfrutando del poder que da el poder. 

Una disgresión: Conrad Veidt, era un prometedor actor alemán que habia actuado en films de culto como El gabinete de Dr. Caligari y que debió dejar su tierra por casarse con una mujer judía. En Hollywood, Veidt  fue, paradojalmente, condenado a interpretar a villanos nazis.

El capitán Louis Renault, interpretado por Claude Reins.
El actor era capitán del ejército inglés por méritos de guerra

Alerta, Rick se asoma a observar. “Esto no es asunto mío”, parece pensar, pero en algún lugar sabe que son el “parpadeo de las luces que van marcando el retorno” del pasado, de un pasado que no estaba muerto, sólo dormía. 

Sus ojos recorren el bar y encuentran la mirada del policía colaboracionista francés, el capitán Louis Renault (el londinense Claude Reins quien había alcanzado el grado de capitán peleando en las trincheras francesas de la Primera Guerra Mundial) quien cínico y copa en mano parece advertirle que su vida está a punto de llegar a una encrucijada en la que deberá decidir si se entrega a ese destino en el cual la lucha contra los fascistas en Etiopía y los nazis en España fue un prolegómeno.

Laszlo, otra vez, tomará las riendas y bajará entre sombras mezcladas por las escaleras. Baja al llano a la lucha. Rick, estudia, piensa, sabe que sus destinos, otra vez, se han entremezclado por el amor que ambos tienen por la misma mujer: Ilsa que no es otra que la tierra francesa, no importa dónde haya nacido.

La mujer francesa que sufre
Y vemos el campo de guerra en el bar de Rick: los nazis avanzando en canción por sobre los demás y allí, casi marginal, menuda y solitaria en una mesa está Yvonne (Madeleine LeBeau), efímera novia de Rick y quien, despechada, supo coquetear con un oficial nazi. 

Ahora, en un rincón, desolada, Yvonne ahoga en alcohol la vergüenza de haber seducido al enemigo para intentar sobrevivir.

Yvonne encarnada por Madeleine LeBeau, exilada por los nazis en la vida real

Ella es la mujer francesa que sufre.

Y, otra vez, la trama de historias. En 1940, la propia LeBeau y su marido Marcel Dalio, quien en Casablanca encarnó a Emile, el croupier debieron huir del París que ocuparían los alemanes a causa de que Marcel era judío. Lograron alcanzar Lisboa y con visados chilenos falsificados rumbo a Estados Unidos, una situación similar a la de Casablanca donde eran las codiciadas visas las que permitían llegar a Estados Unidos, vía Portugal. 

Madeleina LeBeau y su marido Marcel Dalio

Al barco que trasladaba al matrimonio de LeBeau y Dalio, junto a otros 200 pasajeros, lo detuvieron en México tras descubrirse una falsificación de visados y recién llegaron a Nueva York cuando consiguieron pasaportes canadienses. 

Dos apostillas: la primera, Madeleine y Marcel se divorciaron durante el rodaje. La segunda: LeBeau se convirtió en la última sobreviviente del elenco de Casablanca. Murió en España en 2016 con 92 años.

Imposible no citar uno de los mejores diálogos de la película.

  • Yvonne: ¿Dónde estuviste anoche?
  • Rick: ¿Anoche? No tengo la menor idea. Hace demasiado tiempo
  • Yvonne: ¿Y qué harás esta noche?
  • Rick: No hago planes con tanta antelación

Ingrid Bergman como Ilsa Lund. Entre su historia y la  historia

Allí queda la vejada y fantasmal Yvonne, mientras Víctor camina decidido y la cámara nos muestra a Ilsa que dejó de lado su miedo para resucitar su admiración. No importa quién es su amor ni qué pasó en París. Ella es la tierra francesa y Víctor su campeón, no en vano Ingrid supo ser Juana de Arco la mujer que ardió por la libertad de Francia.

"Play The Marseillese"

"Play The Marseillese"
Víctor llega ante la orquesta, imperativo indica: “¡Toquen La Marsellesa!” 

Mientras tanto, los nazis cantan y la clientela sigue somnolienta en el bar, los músicos buscan la mirada de Rick quien ya no se sostiene de la baranda de la escalera sino que volvió al bar, al llano. 


Con angustia y temor dejó la seguridad del refugio y mira a los músicos que también, como él, son campo de batalla de sentimientos y miedos encontrados. Rick asiente y en ese asentir sabe que cruzó una línea, ya no habrá vuelta atrás: el escenario del cinismo se desmorona y todos los maquillajes y fachadas se rajan: se entregará a su destino emancipador.

Allons enfants de la Patrie

Allons enfants de la Patrie
Comienza La Marsellesa, suenan los bronces: Allons enfants de la Patrie, Víctor canta con voz firme, decidida, su brazo marca el compás. No es la garra jactanciosa de Strasser sino un movimiento corto, pero necesario, no hay exceso ni exhibición. Firme y altivo les responde a los invasores con la dignidad de la tierra .

Le jour de gloire est arrivé!

Le jour de gloire est arrivé!
La cámara nos lleva ahora a la guitarrista que es interpretada por Corinna Mura. Su personaje no tiene nombre, largos cabellos negros, marca la canción, ella es la Libertad, es el espejo del futuro de la obra de Eugene Delacroix, no lleva bandera sino una guitarra: los pueblos se sublevan al son de canciones de libertad.

Le jour de gloire est arrivé !,anuncia, morena, mientras mira hacia adelante. El público del café comienza a levantarse: es la hora.

La libertad canta en castellano, es morena y de ojos negros. Fueron los republicanos españoles en el exilio quienes organizaron la resistencia a la ocupación nazi, fueron ellos los que integraron La Nueve, la 9.ª Compañía de la 2.ª División Blindada de la Francia Libre comandada por el general Philippe Leclerc

Madrid, Jarama, Ebro, Teruel, Guernica, Belchite, Guadalajara, Brunete y Don Quijote, eran los nombres de los blindados con los que arribaron a liberar París y requerir la rendición de su comandante alemán, Dietrich von Choltitz quien se entregó a soldados españoles. 

Fueron soldados españoles los que escoltaron a Charles de Gaulle en su entrada a París. Posteriormente, participaron de la reconquista de Estrasburgo, la cuna de La Marsellesa, y tomaron Berchtesgaden, el 'nido del águila´, la residencia alpina de Hitler. Todo bajo la bandera tricolor de la II República española.

Sí, la Libertad de Francia es española. Y está bien que sea así. 

Contre nous de la tyrannie.


Contre nous de la tyrannie
Y la vista se corre ahora hacia los oficiales nazis que intentan mantener el pulso: Contre nous de la tyrannie, suena la canción ante un desencajado, Strasser que ya sin dominio pretende cantar. 

L'étendard sanglant est levé

L'étendard sanglant est levé
Los franceses están de pie, cantando, son libres. L'étendard sanglant est levé, cantan, ya de pie, son el ejército del pueblo, el ejército de ciudadanos libres e iguales, el ejército fraternal que retrata la cámara.  

Así, L'étendard sanglant est levé se repite con el ojo puesto en los invasores que dejan de cantar y se sientan derrotados. En un bar, con el pueblo de pie, ellos se sientan, ellos huyen, ellos se esconden.

Entendez-vous dans les campagnes / Mugir ces féroces soldats? /Ils viennent jusque dans vos bras.

Entendez-vous dans les campagnes / Mugir ces féroces soldats? /Ils viennent jusque dans vos bras
Entendez-vous dans les campagnes, resuena mientras la cámara va desde la huida de Strasser hacia un Laszlo de pie, dirigiendo el canto de todos para llevarnos -tal vez- a unos de los momentos de mayor tensión: Yvonne, la sola, la que parecía naufragar en el fondo de una botella, la que representaba a las madres de Francia que parecían condenadas a la sumisión, se pone de pie y de ese primer plano intenso con sus ojos llenos lágrimas de emoción decidida y furiosa emerge su voz: Mugir ces féroces soldats? /Ils viennent jusque dans vos bras, clama. 

La voz y la mirada de la madre que defenderá a los que ha parido, la mujer que vuelve a parir.

Égorger vos fils, vos compagnes!


Égorger vos fils, vos compagnes!
Y, al fin, el ojo se posa en Ilsa, agitada, angustiada, mirando más allá y sin poder decir qué siente porque tal vez siquiera lo sepa. Sabe que ella también es parte de algo mayor , que París quedará atrás y que su yo sólo será en el nosotros que comienza a ponerse en pie. 

Égorger vos fils, vos compagnes!  Ésa es la alternativa y, ante ella, no hay opción.

Aux armes, citoyens Formez vos bataillons!


Aux armes, citoyens Formez vos bataillons!
Y en juego de espejos contrastados, Curtiz nos muestra ahora a Víktor: firme, vertical, épico, inquebrantable con la mirada puesta en el sólo objetivo de movilizar a la tierra, de alzarla en armas derrotar a los nazis. 

Aux armes, citoyens!, convoca mientras en Ilsa renace la admiración por ese hombre roca donde se apoyan las esperanzas de millones con un mandato urgente: Formez vos bataillons! 

Ilsa renace en sonrisa. Ya es parte orgullosa de esa marea de libertad guiada por el hombre que la eligió a ella como refugio. 

Qu'un sang impur / Abreuve nos sillons!

Qu'un sang impur / Abreuve nos sillons!
Vemos a la Libertad, plena y erguida guiando a todos los que se ponen de pie y se suman en la búsqueda de la redención de su tierra y Qu'un sang impur vibra la libertad y la cámara que nos muestra a Laszlo frente a su pueblo cruzando sus miradas frente a frente: Abreuve nos sillons!

Vive la France

Vive la France
Y llega el final, ésa mujer que parecía vencida y desterrada en el fondo de una botella grita con los ojos emocionados y la mirada eterna: Vive la France, una, dos, tres, veces y los nazis escondidos en una mesa de espaldas al pueblo giran y la ven. Y en ella ven su derrota, como en La madre de Maxim Gorki y de Vsévolod Pudovkin, cuando las madres se sublevan y toman la bandera sólo pueden parir victorias. 

Vive la France, Vive la liberté!


Vive la France, Vive la liberté!
El líder y su pueblo se encuentran y se abrazan, caminan juntos es aclamado. Vive la France, Vive la liberté! La libertad de espaldas es testigo de ese encuentro. No importa qué pasará después ya nadie es dueño aparente de su destino, ya son agua plena del río de la historia.

Hay quienes sostienen que gran parte de la fuerza de este 'duelo de canciones' es fruto de la gran cantidad de exiliados y refugiados que participaron en él en pequeños papeles y como extras. Una cuenta no desmentida habla de 39 nacionalidades que formaron parte de la escena.

Cuenta Aljean Harmetz que ellos aportaron “la comprensión y la desesperación que jamás hubieran podido proveerle los actores centrales.”

Viktor, Ilsa y Rick. Un brindis para la libertad.

Y así fue la escena, lo sé porque estuve (y volveré, siempre) ahí, en Rick's, en Casablanca, cantando por la tierra y la libertad.



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