Corazón


¿Escuchaste, alguna vez, atentamente, la palabra corazón?
¿Sentiste lo bella que es?
Así: corazón.
Corazón.

Probá a decirla. Y a escucharla.
Así, como te dije antes: corazón.

Pero no la digas como la decimos siempre,
tan rioplantense, tan aporteñada.

No, no digas: "Corasssón"

No, no pronuncies con esa 'ese' alargada
hasta perderse en el horizonte.

No. Así no.

Es corazón, con zeta. Decila y oíla.
¿No te parece más bella aún?
Corazón.

Ahora, intentemos otra cosa.
Decí corazón, pero alzá, ligeramente,
la barbilla y con gesto decidido
mirá hacia allá,
hacia ése horizonte donde dejaste la ese
hacia sus ojos, hacia su mirada
que te espera en ese lugar.

Agregale un leve movimiento de mano,
de mano izquierda, como un dejo gentil.
un movimiento de oferta, de invitación.

Un movimiento como de quien espace,
como de quien siembra.
Probá ahora con todos los elementos: "Corazón."

Con zeta, barbilla alzada, mirada al horizonte,
la mano cerca de nuestro corazón
y se mueve como para que llueva semilla...

Corazón. Decime si hay palabra más hermosa.
Ese corazón imaginario, ése que está por latir,
ése corazón latiente, ése corazón latiendo,
ése corazón que late, ése que espera.

Ese corazón, siempre corazón,

siempre vital, siempre vida.

Otra vez. Decile, decí, decite: "Corazón."

Gerardo Cadierno

Federico García Lorca - Cancioncilla del primer deseo
En la mañana verde, quería ser corazón.
Corazón.
Y en la tarde madura, quería ser ruiseñor.
Ruiseñor.

¡Alma, ponte color naranja!
¡Alma, ponte color de amor!

En la mañana viva, yo quería ser yo.
Corazón.

Y en la tarde caída, quería ser mi voz.
Ruiseñor.



Comentarios

Entradas populares

Contactame

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *