Roca, el constructor
Por Gerardo Cadierno. 17 de julio de 1843. Nace en la finca de El Vizcacheral, en las cercanías de San Miguel de Tucumán, Alejo Julio Argentino Roca, quinto de los ocho hijos que tuvieron el coronel Segundo Roca, un militar unitario que supo pelear junto a San Martín, en la guerra contra el Brasil y al lado Paz y Lavalle, con Agustina Paz quien había heredado la propiedad de sus padres.
“Julio por ser el mes de la Patria y Argentino porque espero que haga cosas grandes por el país”, escribió la flamante madre para explicar el porqué de esos nombres.
Alejo Julio Argentino, quien tendría otros seis hermanos varones, pronto dejó el Alejo de lado y pasó a ser conocido por sus otros dos nombre con los que comenzó sus estudios en la escuela local y luego pasó al Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, siguiendo el derrotero militar de su padre que había sido convocado por Justo José de Urquiza.
En 1858 ingresó a la carrera militar y se sumó a la brigada de artillería 7 de Octubre del 1º de línea entrerriano y como alférez participó del lado confederado en la guerra contra Buenos Aires ocurrida entre 1859 y 1861.
“¡Le he pedido un hombre de energía e inteligencia, un guerrero probado y no un barbilindo!”, se quejó el presidente Domingo Faustino Sarmiento cuando buscaba a un militar para ordenar la cosa en Salta. Años después, y ante cada situación difícil, le ordenaba a su ministro Gainza: “Lo quiero a Roca allí”.En 1865, y ya con los despachos de comandante de guardias nacionales de Salta, combatió contra Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza, contienda en la que murieron su padre y dos de sus hermanos.
Fue en la derrota de Curupaytí donde ganó sus galones de coronel y a fines de 1868 lo enviaron a desbaratar el canto del cisne insurreccional de Felipe Varela, quien fue derrotado por uno de sus subordinados.
Batalla de Ñaembé por Enrique Pinaroli. |
Tenía apenas 31 años.
Por ese entonces, Nicolás Avellaneda comentó: “He conocido a un oficial Roca, que con mucha zorrería tucumana dará mucho que hablar a la República”.
El conquistador del desierto y las alcobas
Destinado como jefe de la frontera sur, en uno de sus viajes a Córdoba conoció a Clara Funes, una dama de una familia entroncada con la aristocracia provinciana con quien se casaría en 1872.
El primer hijo de la pareja, también llamado Julio Argentino, llegaría a ser vicepresidente de Agustín P. Justo y firmante del pacto Roca – Runciman entre Argentina y el Reino Unido.
Las infidelidades del Barbilindo hicieron que ella amagara con separarse, pero la intervención de un arzobispo y de la familia de ella la convencieron de no hacerlo. La tristeza duró poco: ella murió en 1890 de un derrame cerebral.
Dos años después, y en Tucumán, Roca fue deslumbrado por Ignacia Robles a la que se llevó con él pese a la oposición de sus padres. El amor duró unos dias pero fue suficiente para que naciera Carmen, una hija a quien nunca reconoció legalmente pese a que la ayudó.
Pero volviendo a los negocios públicos, las tierras al sur del Salado hasta el cabo de Hornos eran la presa codiciada por las nacientes Argentina y Chile.
De este lado de los Andes, tehuelches, pampas y mapuches lucraban vendiendo del otro lado de la cordillera los botines de sus malones y presionaban sobre el limes de la naciente nación.
La expedición punitiva de Juan Manuel de Rosas ya era historia vieja, y la zanja construida por Adolfo Alsina, ministro de Guerra del presidente Nicolás Avellaneda, había permitido un avance sobre las tierras dominadas por los originarios que -además- fueron azotados por oportunas viruelas que los diezmaron.
“Es lo que se le ocurre a un pueblo débil y en la infancia: atajar con murallas a sus enemigos”, opinó Roca sobre la zanja.
Tras la muerte de Alsina, en diciembre de 1877, Avellaneda nombró a su comprovinciano Roca como reemplazante en la cartera de Guerra quien proclamó su política de “absorción y asimilación” del indio.
“Tenemos seis mil soldados armados con los últimos inventos modernos de la guerra, para oponerlos a dos mil indios que no tienen otra defensa que la dispersión ni otras armas que la lanza primitiva”, proclamó ante el Congreso en 1878 cuando propuso un proyecto de ley para ocupar el territorio hasta los ríos Negro y Neuquén en un plazo de dos años.
No sólo había temor a que Chile intentara ocupar esas tierras sino que, además, se buscaba fortalecer al Ejecutivo nacional frente al de la provincia de Buenos Aires que reclamaba esos territorios que, a partir de ahora, quedarían bajo jurisdicción federal tras la creación de la gobernación de la Patagonia, cuya capitalidad correspondió a la flamante Mercedes de Patagones, emplazada en la actual Viedma, al tiempo que se lanzaron ofensivas contra las posiciones de Namuncurá y que concluyeron con las capturas de los ranqueles Pincén, Catriel y Epumer junto a 4000 “indios de chusma” -mujeres y niños– hechos prisioneros.
Al año siguiente, en 1879, cinco divisiones con 6000 soldados más un millar de lanzas aliadas ocuparon la línea del río Negro y el joven ministro pudo celebrar el 25 de Mayo en la isla Choele Choel. 1313 indios de lanza muertos y 2.320 tomados prisioneros al igual que 10.513 de chusma, mientras 1049 fueron reducidos.
Cerca de 3000 indios fueron enviados a Buenos Aires donde fueron separados por sexo para evitar que se amancebacen. Las mujeres fueron repartidas y muchos hombres fueron recluidos en Martín García a picar adoquín rojo. Casi ninguno sobrevivió más de media docena de años.
“Era necesario conquistar real y eficazmente esas 15.000 leguas, limpiarlas de indios de un modo tan absoluto, tan incuestionable, que la más asustadiza de las asustadizas cosas del mundo, el capital destinado a vivificar las empresas de ganadería y agricultura, tuviera él mismo que tributar homenaje a la evidencia, que no experimentase recelo en lanzarse sobre las huellas del ejército expedicionario y sellar la toma de posesión por el hombre civilizado de tan dilatadas comarcas”, indicó la comisión científica que acompañó al ejército que celebró la recuperación de tierras ocupadas por una “raza estéril”.
Esas tierras fueron distribuidas mediante diversas maniobras como remates, emisiones de bonos o usadas como moneda de cambio para saldar deudas con los expedicionarios quienes las vendieron urgidos de dinero.
¿La conclusión? todo el territorio pasó a ser propiedad de 344 personas o sociedades que promediaban casi 32.000 hectáreas cada uno. La conquista del desierto puso a Roca a las puertas de la presidencia: aún no cumplía los 37.
Roca se había constituido en el representante de los federales del interior, huérfanos de conducción política tra la defección de Urquiza y la derrota de Pavón.
En ese rol, sería el encargado de enfrentar a la oligarquía portuaria -liderada por Mitre y Tejedor- que monopolizaba las rentas en Aduanas que, pese a ser derrotada en Caseros, aún conservaba el poder.
Enfrente, el patriciado que pretende organizar la nación para lo cual requiere de los recursos del puerto. Al decir de Norberto Galasso: “La causa de las provincias interiores ya no se defiende a través de caudillos y montoneras (…) sino mediante la confluencia de clases con cierto poder económico (en general, propietarios de fincas), con sectores populares y el ejército, bajo la forma de la llamada Liga de Gobernadores” .
No lo vería así el mitrismo que desde el diario La Nación describía a Roca como un “guaso mazorquero” cuyo oficio era “varear caballos”, mientras que la prensa porteña con un encomiable espíritu anticipatorio advertía que con Roca llegaban “sus cabecitas negras”.
El presidente de los ranchos
Propuesto como candidato por su concuñado, el gobernador de Córdoba, Miguel Juárez Celman, Roca ganó en todas la provincias excepto en Corrientes y Buenos Aires y en junio el Colegio Electoral lo consagró presidente acompañado por Francisco Madero como vice. Ellos serían los primeros en asumir en la ciudad de Buenos Aires federalizada por el presidente Avellaneda.
El mitrismo y el gobernador bonaerense derrotado, Carlos Tejedor preparaban la insurrección. Colectas para comprar armas, provincianos agredidos por provocadores mitristas. Amigos de Roca que dudan…
“Para vengarme de todo esto -escribía a Juárez- no se me ocurre otra cosa que Sarmiento; y, también, como medio de asegurar las situaciones y fortuna política de nuestros amigos. El loco se nos entregará en cuerpo y alma y nos dará todo lo que le pidamos… Cuando nos veamos muy arrinconados, le clavaremos este agudo arpón en medio del lomo a los señores mitristas, autores de todo esto, y seguiremos preparándonos en silencio y con disimulo para pasar el Rubicón en mejor oportunidad”, propone un Roca dispuesto a todo con tal de federalizar Buenos Aires.
Las fuerzas porteñas se sublevaron. Roca dirige las operaciones desde Rosario. Derrotar al puerto le salió a la patria 3000 muertos. Un número mayor al que suman las bajas de las cuatro grandes derrotas para lograr la Independencia del “monarca español, la metrópoli y toda dominación extranjera”.
La capital, sería federal.
“Necesito paz duradera, orden estable y libertad permanente; y a este respecto lo declaro bien alto desde este elevado asiento, para que me oiga la República entera, emplearé todos los resortes y facultades que la Constitución ha puesto en manos del Poder Ejecutivo para evitar, sofocar y reprimir cualquier tentativa contra la paz pública”, anunció Roca al asumir la primera magistratura el 12 de octubre de 1880. Empezaba la era de “paz y administración.”
La división internacional del trabajo puso a la Argentina en el epicentro del planeta, la producción de materias primas trajo consigo una gran expansión de la economía que fue acompañada por una ambiciosa política de inversión pública en las infraestructuras ferroportuarias necesarias no sólo para generar los vasos comunicantes con los centros de la economía global, sino, también, en el plano de la comunicación simbólica a través de la inauguración de grandes edificios públicos para dejar en claro que el nuevo proyecto de país que se iniciaba llegaba para quedarse.
“Mi opinión es que el comercio sabe mejor que el gobierno lo que a él le conviene; la verdadera política consiste, pues en dejarle la más amplia libertad. El estado debe limitarse a establecer las vías de comunicación y a levantar bien alto el crédito público en el exterior”, explicó al Congreso.
En ese sentido, la producción agropecuaria creció exponencialmente, en especial la de cereales que dejó muy atrás a la otrora principal exportación, las lanas sin procesar.
La financiación de las obras estuvo a cargo del déficit fiscal y el endeudamiento, y se generó una política crediticia destinada a particulares que la desviaron hacia inversiones especulativas que, a la postre, pondrían en jaque el sistema financiero.
La creación de una nación
Durante la gestión de Roca se sancionó la ley 1130 por la cual se creó la primera moneda argentina: el peso moneda nacional en paridad con el oro y que unificaba los sistemas provinciales.
Si algo tenía en claro el roquismo era su decisión de instalar la supremacía del Ejecutivo por sobre cualquier otro poder con lo cual su enfrentamiento con la iglesia católica fue inevitable.
Al compás del laicismo, trabajaron en alejarla de la vida secular mediante la sanción de las leyes de Registro Civil y la Ley 1420 de educación, una iniciativa del expresidente Domingo Faustino Sarmiento que estableció la educación primaria obligatoria, gratuita y laica gracias a la cual se redujeron los niveles de analfabetismo y se avanzó en los niveles de integración social en una población con un altísimo nivel de extranjeros.
También se promulgó la ley de Estatutos de las universidades nacionales, también conocida como Ley Avellaneda que otorgaba a las casa de altos estudios una autonomía limitada.
Esta avanzada laicista provocó la reacción de la iglesia en un conflicto que escaló hasta que las autoridades nacionales expulsaron del país al nuncio apostólico.
A cargo del Ejecutivo, Roca llevó adelante tres nuevas campañas hacia el sur para completar la ocupación de la Patagonia, mientras que hacia el norte continuó con las acciones iniciadas durante la gestión de Sarmiento.
Entre las campañas se destacan la que comandó el ministro de Guerra, Benjamín Victorica, en la que venció a los qom Yaloshi y Cambá, y al mocoví Juan, el Raí.
Los territorios ocupados fueron administrados directamente por el Ejecutivo gracias a la ley de territorios nacionales.
En materia de política exterior fijó los límites con Chile mediante el criterio de “cumbres más elevadas que dividan las aguas”. Además, garantizó la ocupación efectiva del territorio mediante la fundación de Trevelin en los valles y de Ushuaia en el extremo sur.
La combinación entre prosperidad, crecimiento de la producción agrícola, inversión pública y altos rendimientos especulativos le permitió a Roca no sólo mantener su política de déficit y endeudamiento sino imponer a un sucesor en la primera magistratura y el elegido fue su concuñado Miguel Juárez Celman.
Atalivar, el neologismo que muta pero persiste
La multiplicación de tierras disponibles para la explotación agrícola tuvo a Roca y su constelación familiar como beneficiarios permanentes.
Desde su primer estancia comprada en un remate tan amañado que avergonzaría a la Liga actual, hasta las donaciones de tierras que por más de 100.000 hectáreas le hicieron las legislaturas adictas hay todo un rosario de negociados y corruptelas que fueron denunciados, entre otros, por Leandro Alem, Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento.
“La Campaña del Desierto fue un pretexto para levantar un empréstito enajenando la tierra fiscal a razón de 400 nacionales la legua, a cuya operación, la Nación ha perdido 250 millones de pesos oro ganados por los Atalivas, Goyos y otras estrellas del cielo del presidente Roca… ¿En virtud de qué ley, el general Roca, clandestinamente, sigue enajenando la tierra pública a razón de 400 nacionales la legua que vale 3000?”, se preguntaba el sanjuanino
Fue precisamente Sarmiento quien creó el verbo atalivar, para referirse a la corrupción institucional en una suerte de homenaje a Ataliva Roca, testaferro y gestor de negociados del presidente. En premio a su devoción fraternal, Ataliva recibió, entre otras dádivas, 160.000 hectáreas en la provincia de La Pampa.
La Causa y el Régimen
Electo presidente, Juárez Celman, trató de hacerse con todos los resortes del poder: “No existe otro partido que el Partido Autonomista Nacional, al cual pertenecen las mayorías parlamentarias y todos los gobiernos de la nación y sus estados”, anunció el nuevo mandatario en su mensaje al congreso.
En 1890 todos los factores que habían madurado durante la gestión roquista hicieron eclosión y al quiebre económico se sumaron los reclamos de gran parte de las élites y sectores medios e ilustrados espantados por el nepotismo, la corrupción y el culto a la personalidad de Celman.
En julio de 1890 estalla la Revolución del Parque, en la que estaba comprometida gran parte de la oficialidad militar. En el frente de combate estaba La Causa una alianza heterogénea que sería la semilla partidos como la Unión Cívica Radical, la Democracia Progresista y el Partido Socialista.
Tras bambalinas, El Régimen, los verdaderos ganadores de una república viciada y oligárquica que sólo buscaban manipular el movimiento armado para limitarlo a lograr la renuncia de Juárez Celman y su reemplazo por el vicepresidente, Carlos Pellegrini, uno de los alfiles del roquismo. Ganó el régimen.
Como una suerte de primus inter pares, Roca fue el protagonista durante la siguiente década y el eje a través del cual operaría el régimen y el sol alrededor del cual giraría el oficialismo.
Fue así que impuso las candidaturas de Luis Sáenz Peña como presidente y José Evaristo Uriburu como vice tras anular al hijo del primero -Roque-, acordar con Mitre, y lograr el arresto del líder radical Leandro Alem.
Fracasada la gestión Sáenz Peña – Uriburu, Roca quedó como el único candidato viable y tras la abstención electoral proclamada por el radicalismo el camino le quedó nuevamente allanado para ocupar la Casa Rosada acompañado, esta vez, por Norberto Quirno Costa . Era el 12 octubre de 1898.
Por aquellos tiempos Roca mantuvo un largo romance con Guillermina de Oliveira Cézar, la esposa de su gran amigo y ministro de sus gobiernos, Eduardo Wilde.
La vuelta del Zorro
La agenda del segundo período fue sustancialmente diferente. Plenamente inserta en el esquema internacional de trabajo y con las autoridades nacionales plenamente fortalecidas, las cuestiones prioritarias pasaron a ser la política exterior y el control del orden social amenazado por las incipientes protestas sociales y políticas de numerosos sectores que sociales que buscaban incidir en la vida pública.
En efecto, durante este mandato, Roca buscó liquidar los litigios fronterizos con Chile y Brasil que mantenían un nivel de tensión bélica desaconsejable al tiempo que tuvo numerosos gestos de acercamiento para con la iglesia católica que se coronaron con el reinició de las relaciones diplomáticas con la sede apostólica.
Respecto a Chile, se solucionó la cuestión de la Puna de Atacama y se firmaron los Pactos de Mayo para limitar la carrera armamentista y en los que se acordó someter al arbitraje británico los diferendos limítrofes. Por otra parte, Argentina fundó en las Órcadas del Sur el primer establecimiento permanente en territorio antártico.
Asimismo, la fundación en el territorio de Chubut de la futura ciudad de Comodoro Rivadavia, dio pie a una naciente explotación petrolífera.
En materia económica los altos precios de los productos agrícolas y la persistente depreciación de la moneda sumado a numerosas distorsiones en materias de costos y tarifas hicieron que se iniciara una moderada política de intervención y contralor por parte del Estado.
Otra de las iniciativas más destacadas de la gestión fue la instauración del servicio militar obligatorio para todos los varones de 20 años que deberían pasar bajo bandera entre 12 y 24 meses, una medida de especial relevancia en un país que contaba con uno de cada dos habitantes nacido en suelo extranjero.
La cuestión obrera
La fundación de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) en 1901 y la declaración al año siguiente de la primera huelga general fueron el punto de partida de la llamada cuestión obrera o social.
Desde el punto de vista represivo la respuesta estatal fue inmediata, directa y profunda: se sancionó la ley 4144 conocida como Ley de Residencia que permitía encarcelar y expulsar inmigrantes sin juicio previo y que fue el corolario de la ideología racista, clasista y xenófobo de muchos sectores del gobierno representados por el ministro Miguel Cané.
A partir de ese momento, las represiones y asesinatos durante huelgas y manifestaciones fueron moneda corriente.
Por otra parte, otros sectores de la coalición gobernante, representados por figuras como el ministro Joaquín V. González, apostaron a abordar esta cuestión mediante una política administrada de concesión de nuevos derechos a los sectores medios y populares. En ese sentido, y a poco de acabar el mandato, se promulga la ley de creación la Caja Nacional de Jubilaciones y Pensiones para empleados públicos.
Ese mismo año recomendó sancionar un proyecto de ley de trabajo para regular las relaciones laborales en materias como contratos, accidentes, trabajo de los menores y mujeres, aprendizaje, higiene y seguridad, entre otros temas, pero bajo la acusación de “violar libertad de comercio”, el proyecto no fue debatido integralmente aunque al años siguiente llegó la primera ley laboral argentina, la ley de descanso dominical, del diputado Alfredo Palacios, quien había sido elegido en representación del barrio obrero de La Boca y quien fuera el primer legislador socialista en América. “La Boca ya tiene dientes”, tituló un diario.
La falta de acuerdo en materia de cómo solucionar la deuda pública provocó la ruptura entre Pellegrini y Roca quienes si bien continuaban acordando en lo esencial de su visión sobre la Argentina, el grupo pellegrinista -al que pronto se sumó Roque Sáenz Peña- consideraba que era necesario abandonar el caudillismo y el fraude electoral, y abrir canales de participación a nuevos sectores.
Tras su fracaso en imponer la candidatura de Felipe Yofre, desplazado por la fórmula Manuel Quintana -José Figueroa Alcorta, se retiró de la política activa.
Final con fútbol
Roca se alejó de la vida pública y se radicó en La Paz, su estancia de Ascochinga, Córdoba mientras su influencia era esmerilada a instancia del presidente José Figueroa Alcorta quien con tal de eliminar al roquismo clausuró el Congreso con la policía, intervino provincias, y se alió con viejos amigos de Juárez Celman y Pellegrini. El roquismo había muerto.
En 1905 partió hacia Europa en compañía de sus hijas donde fue una de las figuras de moda en la universal París en la que vivió casi dos años. Antes de partir aconsejó a sus principales colaboradores: “Sigan a Yrigoyen.”
Pero aún quedaba un capítulo. En 1912 la relación con Brasil pasaba por un mal momento y el entonces presidente argentino, Roque Sáenz Peña, decidió jugar una carta audaz: pese a ser su enemigo político declarado le pidió a Roca que encabezase una misión diplomática para bajar las tensiones con el vecino.
Despedida triunfal en Buenos Aires, arribo glorioso en el Janeiro, Roca seduce a todos los brasileños y será invitado de honor del 90º aniversario del Grito de Ipiranga cuando se estableció la independencia de Brasil bajo el lema “Independencia o Muerte”.
En el programa de festejos figura un match de foot-ball entre el elenco local y el combinado argentino que se hallaba de gira y acababa de perder 9 a 1 frente a un seleccionado inglés, una fiesta servida para los siete mil espectadores que aplaudieron las tres hurras por el Brasil cantadas por los visitantes.
Pese al dominio brasileño, el primer tiempo terminó 3-0 en favor de Argentina, ocasión que Roca aprovechó para ir a saludarlos e implorarles: “Muchachos, Brasil está de fiesta, hoy tienen que perder. ¡Háganlo por la patria!”. El equipo de los hermanos Brown ganó 5 a 0.
Impresionado por la popularidad del juego, el ex presidente argentino donó un trofeo que con el nombre de Copa Roca se disputaría entre Brasil y Argentina. Se jugó once veces entre 1914 y 1976 cuando quedó en poder de los brasileños, los últimos campeones.
Sus últimos años los vivió en compañía de Elena, a quien había conocido en Niza, y se lo supo vincular -también- con su amecenada comprovinciana, la escultora Lola Mora. Iba del campo cordobés a Biarritz y la Costa Azul en una especie de verano permanente.
Tras permanecer varios años alejado de la capital, regresó para participar de un homenaje a su gran amigo, el general Luis María Campos, que había fallecido en 1907.
Un ataque de tos hizo que su médico de cabecera, Luis Güemes –nieto del salteño- le recomendara reposo. Al día siguiente se sintió bien y salió a pasear por Palermo, pero tras el regreso a su hogar tuvo un ataque de tos y perdió el conocimiento. Un par de horas después, el 19 de octubre de 1914, el general Alejo Julio Argentino Roca dejaba de existir.
Tenía 71 años. Obviamente, sus restos reposan en el cementerio de la Recoleta.
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