Pequeñas delicias de la vida conyugal
Por Gerardo Cadierno. En 1961 se edita en Barcelona Enfermedades y trastornos de la vida conyugal donde separa a hombres y mujeres desde una perspectiva de rol nítidamente definido y cuyo grado de alejamiento determinaba qué tan lejos se estaba de la normalidad esperada lo que equivalía a necesitar “tratamientos médicos científicos” como la hidroterapia o el ovolacteovegetarianismo.
“¿Tiene usted algunas características poco femeninas?” se pregunta el libro para ilustrar “las características masculinas que con más frecuencia se mezclan en las mujeres, y que en muchos casos revelan un trastorno que puede curarse.”
Entre esas características detallan: pechos pequeños, hombros anchos y caderas estrechas, frente amplia y con entradas, cejas gruesas, cabello corto, cara angulosa, mucho pelo en la cara y nuez marcada, matriz infantil, poca afición a los quehaceres domésticos, voz algo grave, andar rígido y con paso largo, pies y manos grandes, piernas largas, erotismo exagerado, tendencia a mandar y dirigir, e ideas de emancipación.
Por el contrario, entre las características femeninas figuran: huesos y músculos poco marcados, hombros estrechos, formas redondeadas y caderas anchas; voz aguda; cabello largo, nariz pequeña, línea del cabello redondeada, falta de pelo en la cara y nuez poco visible; afición a las tareas del hogar; instinto genésico pasivo (libido nulo); andar gracioso y suave; tendencia a la obediencia; predominio de los sentimientos sobre la razón; afición a las cosas concretas y deseos de maternidad.
A la hora de detectar alertas en “características poco varoniles” detalla “características de feminidad que con más frecuencia se encuentran en los hombres poco varoniles”: línea del cabello baja y redondeada; escasez de pelo en la cara, cuello largo y cilíndrico sin nuez marcada; piel blanca y fina, poco desarrollo muscular y abundante grasa bajo la piel; voz aguda; hombros estrechos y redondeados, caderas algo anchas; vanidad; andar suave y blando; timidez; afición a los trabajos de la casa; pechos abultados.
El autor de este ditirambo fue Adrian Van Der Put Vermuden, hijo de Pedro Van Der Put y de Maria Vermuden, quien nació en la holandesa Tilburg de Brabante un 2 de enero de 1890 y falleció en la barcelonesa Garriga el 6 de julio de 1973 a los 83 años.
Fue director general del sanatorio de Louis Kuhnne, uno de los fundadores de la naturopatía, en Leipzig y se trasladó al final de la Primera Guerra Mundial a Barcelona donde se casó con la leridense Rosalia Bergada y abrió un consultorio que, además, fue sede de su propia editorial que lo sobrevivió por una par de décadas.
En 1923 el dictador Miguel Primo de Rivera lo autoriza a ejercer la naturopatía por seis años, una autorización ligada -dicen- a que había atendido y aliviado a algún gerifalte del régimen, aunque en 1927 dejó el ejercicio profesional y se dedicó a escribir y publicar libros para evitarse problemas legales por algunas de sus prácticas como el “diagnóstico por el iris”.
Autor de más de cuarenta libros y director de la revista La salud, algunas de sus obras son: Enfermedades y trastornos de la vida conyugal; Moderna medicina natural; Nervios. Liberación radical de sus trastornos; Próstata; Estómagos e intestinos; Curas de urgencia; Guía médica del hogar; y Evite el cáncer.
Pequeñas delicias de la vida conyugal
Charly García - Sui Generis
Tenés todo y nada para dar
¿Cuántas calles bajaste antes de llegar?
¿Cuántos timbres tocaste antes de entrar?
Falsificadora de querer,
tenés tanto tiempo para recorrer,
tenés un instante para renacer.
No llores, nena, que no es la muerte,
bajo los techos alumbra el sol.
Estoy en busca de algo naranja y verde,
bajo las sábanas, pasa la noche azul.
Vendrá la luna por la mañana
y tal vez todo termine en nada,
y qué te importa si fuiste mía
y qué te importa la policía.
Tendremos un gato en el jardín
tendremos un hijo si quiere venir
muchos desayunos y ningún clarín.
No sólo del hombre vive el pan,
cuando tenga ganas de iré a trabajar,
cuando tenga ganas no te importará.
No llores, nena, que no es la muerte,
bajo los techos alumbra el sol.
Estoy en busca de algo naranja y verde,
bajo las sábanas, pasa la noche azul.
Si viene bien que sigamos juntos
haremos todo a pesar del mundo,
y no habrá penas para ninguno,
y no seremos no sino uno.
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