De la Puna a Hollywood
Por Gerardo Cadierno. John Gifford Stower nació el 15 de septiembre de 1916 en Jujuy donde vivió hasta 1925 cuando viajó a Inglaterra para educarse en Worthing, primero, y en el Brighton College, después.
Cuando cumplió los 20 regresó a Jujuy, más exactamente a Calilegua, para trabajar en un molino azucarero.
Tras la invasión de Polonia por parte de Alemania y el inicio de la guerra, se embarcó en el Estrella de Andalucía proa a Southampton. En el puerto de Buenos Aires quedan su madre y su hermana, ambas había enviudado recientemente.
Tras atravesar un Atlántico plagado de manadas de submarinos nazis, se presentó en el centro de reclutamiento de la Real Fuerza Aérea (RAF, por sus siglas en inglés) donde fue admitido y destinado a Canadá para ser entrenado.
Allí mostró condiciones de liderazgo que lo llevaron a recibir sus alas como teniente de vuelo. De regreso en la isla, fue destinado al escuadrón 420 de la Real Fuerza Aérea Canadiense.
Tras varias misiones a cargo de un Hamden, fue transferido al 142 de la RAF con base en Grimsby donde comandó un bombardero Wellington.
Con el 142 cumplió numerosas misiones nocturnas en medio del clima hostil y de los proyectiles de las baterías antiaéreas alemanas hasta que uno les dio de lleno y obligó a amerizar al Stirling en el Mar del Norte.
Pudo poner a salvo a su tripulación que alcanzó la costa, tras remar en un bote de goma, y alli fueron capturados por los alemanes y enviados a Stalag Luft III, un campo de prisioneros fue construido por la fuerza aérea alemana – la Luftwaffe- para recibir a los pilotos enemigos.
Stalag Luht III se emplazaba a 160 kilómetros al sudeste de Berlín en lo que, en ese entonces, era la Baja Silesia alemana y ahora forma parte del Żagań polaco.
Desde allí, nuestro jujeño intentó escapar escalando un alambrado y, mientras estaba en eso, tropezó para, de repente, encontrarse en la mira de los fusiles alemanes, los mismos fusiles que, si hubiese llegado a la cerca, le habrían disparado.
Finalmente, logró huir con un par de compañeros aunque, a los pocos días, fue recapturado y enviado, nuevamente, a Stalag Luft III para ser confinado.
Algunos dicen que se dejó atrapar para participar de una empresa mayor.
Como sea, cuando se enteró que Roger Bushell planeaba una fuga masiva, se puso a sus órdenes y comenzó a trabajar como tunelero.
El gran escape
600 prisioneros de los once mil del campo están conjurados. Escaparán de ese campo por alguno de los tres túneles que excavaron durante un año en un terreno que fue elegido, precisamente, por la imposibilidad de cavar túneles.
De los 600 -como los 600 a los que Tennyson les cantó en su Carga de la Brigada Ligera- los 220 que mejor hablan alemán serán los primeros en salir.
Los tres túneles no son simples agujeros, son demostraciones de ingeniería y logística. Cuentan con aireación, alumbrado, protocolos para eliminar la tierra excavada, documentos falsos, ropa de paisano… y el mayor milagro: el acuerdo entre ingleses, australianos, belgas, canadienses, checos, franceses, griegos, lituanos, neozelandeses, noruegos, polacos, sudafricanos, y un argentino que desafiarán al suelo, los sismógrafos y la construcción antifuga.
La fuga desafía la lógica: todos saben que la caída del Reich es cuestión de tiempo.14 meses dirá, después, la historia.
Nueve metros hacia abajo y todo lo que podía salir mal, salió mal. De los tres túneles excavados los nazis descubrieron dos y sólo 76 prisioneros lograron escapar a través de Harry, el túnel que había quedado oculto.
Tras seis horas de fuga, un guardia los descubre y llega la primera ejecución con un tiro en la nuca.
En Stalag Luft III todo es caos. Los que no logran escapar, los conjurados y todos los prisioneros deciden moverse, mezclarse, impedir el recuento.
Todos colaboran con los 76, todos les dan tiempo.
Tras la fuga, un inventario del campamento reveló que a los metódicos teutones se les habían escapado cuatro mil tablas de cama, 635 colchones, 192 frazadas, 161 fundas de almohadas, 52 mesas de veinte hombres, 10 mesas individuales, 34 sillas, 76 bancos, 1,212 soportes de cama, 1,370 molduras listones, 1219 cuchillos, 478 cucharas, 582 tenedores, 69 lámparas, 246 latas de agua, 30 palas, 300 metros de conductores eléctricos, 180 metros de soga y 3424 toallas. La materia prima de la fuga.
A los trabajadores alemanes que no habían denunciado el robo los fusila la Gestapo.
En Berlín, Adolf Hitler monta en cólera. Grita órdenes de ejecución destinadas a todos los prisioneros, al comandante, al que diseñó el campamento, al oficial de seguridad y a todos los guardias.
Entre Hermann Göring , Wilhelm Keitel y otros los convencen de desistir. Sería mala propaganda violar de tal manera la Convención de Ginebra. Finalmente, ordena al líder de las SS, el tétrico Heinrich Himmler, que los capture y seleccione a los que será ejecutados.
Mientras tanto, los fugados habían logrado su objetivo: 100.000 soldados los persiguen por Alemania, Austria y Bohemia. 100.000 soldados que podrían haber causado infinitas bajas a las tropas aliadas andan persiguiendo a una banda de locos.
De los 76, 73 fueron capturados, entre ellos Roger Bushell, el cerebro de la fuga, ejecutado de un disparo en la cabeza por un oficial de la Gestapo.
Medio centenar más corrieron la misma suerte. Diecisiete fueron devueltos al Stalag Luft III, mientras que otros dos fueron enviados al castillo de Colditz y cuatro al campo de concentración de Sachsenhausen donde lograron, en sólo tres meses, hacer un túnel y escapar aunque fueron recapturados.
Sólo tres lograron la libertad: dos noruegos y un holandés. Los escandinavos lograron llegar a Suecia en tren y en barco. El holandés vagó por la Europa ocupada hasta que, con la ayuda de la resistencia francesa, pudo asilarse en un consulado británico en España.
La fuga y los asesinatos causaron tal impresión que el nuevo jefe del campo, Werner Braune, permitió que los prisioneros construyeran un monumento conmemorativo, monumento al que él mismo contribuyó y que aún se encuentra en su emplazamiento original.
Epílogo
¿Qué fue de nuestro compatriota? Por lo que sabemos y se pudo reconstruir, John Gifford Stower, el prófugo de Calilegua, logró pasar de Żagań a Suiza pero nunca supo que estaba en el neutral suelo helvético y volvió a internarse en territorio alemán donde fue capturado para engrosar la lista de 50 prisioneros de guerra de la RAF ejecutados el 31 de marzo.
Sabemos que fue uno de los cerebros de la fuga y que fue asesinado por tres agentes de la Gestapo: Bernhard Baatz, Robert Weyland y Robert Weissman. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas, que no pudieron ser identificadas, descansan en una fosa común.
En 1963 una película contará esa historia. Se titulará El gran escape y estará protagonizada por Steve McQueen, Charles Bronson, Gordon Jackson y James Garner. En realidad, no hubo yankees en la fuga, ellos estaban en otro sector del campo separados de los europeos. De los europeos y de nuestro paisano jujeño.
Publicado en Inforegión, el 14 de marzo de 2019
The great escape, the making off
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