Tex, el gigante bueno
Por Gerardo Cadierno. Las pequeñas fichas de cartón en las que anotaba con detalle cada uno de los casos que recopilaba con paciencia artesanal contrastaban contra sus descomunales dos metros de altura, aunque, cada uno de los desamparados a los que atendía con amabilidad todos los días de 12 a 14 en la sede de la embajada de Estados Unidos no veía en él a una mole intimidante sino a un grandote bueno y comprensivo que podía darle respuestas.
Nadie sabe con certeza cuántas vidas salvó Franklin Allen Harris, el diplomático norteamericano -cuya cuna en Dallas le valió el obligatorio mote de Tex- pero muchos dicen que invocar su nombre daba la oportunidad de respirar un día más y coinciden en que decenas de argentinos siguieron cumpliendo años gracias a las gestiones de este graduado en Filosofía en Princeton que con 38 arribó en 1977 a la Argentina de Videla y Massera.
Tex llegó enviado por el entonces presidente estadounidense Jimmy Carter para monitorear los sueños de bombas nucleares de la dictadura y las tensiones en el Atlántico sur.
“Apenas vi la Plaza de Mayo llena con mujeres ataviadas con pañuelos blancos supe que algo estaba realmente muy mal”, contó alguna vez para explicar por qué cambió el objetivo de su misión.
Tex explicaba que el tema de los derechos humanos era “casi desconocido para el promedio del personal del servicio diplomático norteamericano” por lo cual mandó imprimir cientos de tarjetas personales que repartió entre los escasos participantes de las primeras marchas convocándolos a que lo contactaran para escuchar sus historias.
Para esto contó con la ayuda de Blanca Vollenweider, una bibliotecaria de la embajada a la que Tex define como “sencillamente maravillosa”.
“Las denuncias de los familiares de los desaparecidos que llegaban de todas partes de la Argentina. Como si fuera un consultorio médico, Blanca recibía a la gente que ingresaba, les tomaba el nombre, la dirección, el teléfono, el nombre del familiar desaparecido y los volcaba en una tarjeta de cartón. Luego, yo entraba a la sala de espera, tomaba la tarjeta y entrevistaba a los familiares y recibía sus denuncias. Al poco tiempo empezamos a procesar cientos de casos por semana, armamos carpetas. Todo a mano, no había computadoras”, explicaba.
Al tiempo comenzaron los llamados de periodistas de todo el mundo y, con la atención de los medios, el plan de exterminio salió a la luz.
Sistematizaron 9600 fichas en las que constaban los crímenes del terrorismo de Estado. “Había una clara intención de exterminar gente. Los militares se enloquecieron. Creyeron que podían decidir sobre la vida y la muerte de miles de personas, sin pensar en las repercusiones políticas e históricas. Era una locura”.
Misión cumplida
En 1979, un Washington del que se despedían Jimmy Carter y Patricia Derian con su política de defensa de los derechos humanos y al que pronto llegaría Ronald Reagan se cansa de que Tex interfiera en temas como el apoyo de los militares argentinos a los torturadores salvadoreños y nicaragüenses, o los negocios del complejo industrial militar, lo llaman de regreso y lo sancionan con dureza por alguna falta menor.
En 1993, el Departamento de Estado le dio el Premio de Honor para reconocer su valor; en 2004 el presidente Néstor Kirchner le impuso la Orden del Libertador San Martín; y el 24 de marzo de 2016, el mandatario estadounidense Barack Obama lo puso de ejemplo por su coraje.
Hombre de un exquisito humor, en 2000, él mismo estableció el Premio Tex Harris al disenso creativo por parte de un especialista del Servicio Exterior, honrando, así, a quienes rompieron filas para denunciar crímenes.
“Su liderazgo basado en principios, incluso como presidente de la Asociación Estadounidense del Servicio Exterior, el sindicato del Servicio Exterior, fue una inspiración para muchos durante sus casi cuatro décadas de servicio. Era una leyenda en el Servicio Exterior de los Estados Unidos”, recuerda la encargado de Negocios de la embajada de los Estados Unidos en Argentina, Mary Kay L. Carlson.
Tex fue “un justo”, como lo describió un amigo. Murió hace un tiempo.
La noticia es un suelto en los diarios y un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Farewell, Tex.
(En la foto con su esposa, Jeannie)
Joan Baez - We Shall Overcome
We shall overcome,
We shall overcome, some day.
Oh, deep in my heart,
I do believe
We shall overcome, some day
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