La cicatriz, mapa vital
a quienes no conocen herida.
Gerardo Cadierno
Por Gerardo Cadierno. El kintsugi (en japonés, carpintería de oro) o kintsukuroi (reparación de oro) es una técnica para arreglar fracturas de la cerámica con barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro, plata o platino.
Esta técnica es más que un mero arreglo e integra una filosofía que plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la vitalidad de un objeto y que, no sólo no deben ocultarse, sino que es necesario incorporarlas para embellecerlo y poner en valor su historia.
El kintsugi comenzó a fines del siglo XV cuando el shōgun Ashikaga Yoshimasa envió a China dos de sus tazones de té favoritos que se habían roto. Los tazones fueron reparados con unas grapas de metal, que los volvían toscos y desagradables a la vista por lo que busco artesanos japoneses que construyeran un nuevo arreglo que no sólo devolviera la funcionalidad sino que, especialmente, mantuviese su espíritu artístico.
El resultado fue que la cerámica no sólo quedó reparada sino que es aún más fuerte que la original.
Tras el kintsugi, la idea de ocultar los defectos y grietas queda atrás. Por el contrario, estos se acentúan y celebran, pues ahora se transformaron en la parte más fuerte de la pieza, de una pieza que, ahora, tiene una historia que contar.
La nueva técnica fue tan valorada que hubo quienes llegaron a ser acusados de romper las cerámicas para poderla repararlas en clave de kintsugi pues alegaban que la complejidad de la tarea las transformaba estéticamente y les daba un nuevo y mayor valor.
La idea es que cuando algo valioso se quiebra, una gran estrategia a seguir es no ocultar su fragilidad ni su imperfección, sino repararlo con algo que cumpla el rol del oro: fortaleza, servicio, virtud, pues las prueba de la imperfección y la fragilidad, es también la de la resiliencia —la capacidad de recuperarse— y ambas son dignas de llevarse en alto.
Esta técnica también se aplicó a cerámicas en China, Vietnam y Corea y busca ser un recordatorio permanente de que todos estamos, en algún lugar, rotos y compuestos.
Los rotos, Ben Clarke
Todas las divisiones son mentira
salvo la que divide los cuerpos en dos
grupos incomprensibles entre sí.
Aquellos que se han roto y los que no.
Los rotos no pedimos demasiado:
que se nos quiera, si,
que los que no han vivido la fractura
tengan paciencia
si mascullamos viendo las noticias
o hacemos el amor
con un poco de miedo.
Entenderás, ciertas cosas.
Por qué en casa las tazas no se tiran
y por qué a veces quiero
estar solo después de que suene un portazo.
Los ritos de los rotos, amor mío.
Ademanes que espero que no comprendas nunca.
Cuando yo me transforme, Silvina Garré
No habrá pájaro que envidie mi silbido
o que sea igual a mí,
sólo algunos irán volando entre las nubes
mientras yo haré lo mismo
pero en dirección a ti.
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