El tiempo y la nostalgia del espejo


"No hay nostalgia que pese tanto como esa que se produce por recuerdos a los que nunca les dimos la oportunidad de suceder”, escribo mientras juego con una copa de merlot que -tal vez- no sea la última. 

Mientras busco iluminado por una lámpara de sal alguna clave en los tornasoles morados del vino regresa a mí la cita de Borges en Tlön, Uqbar, Obius tertius: "Una de las escuelas de Tlön llega a negar el tiempo: razona que el presente es indefinido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza presente, que el pasado no tiene realidad sino como recuerdo presente."

El tiempo como nostalgia: "La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir. Y el momento justo de la acción es tan confuso, tan resbaladizo y tan efímero que lo desperdicias mirando con aturdimiento alrededor", apunta Rosa Montero en La Carne. 

Vuelvo a Borges y recuerdo: "Estoy solo y no hay nadie en el espejo."

Alzo los ojos y pienso en el espejo ausente, un espejo prometido y que nunca fue. Puesto a pensar, pienso en esos ojos negros de negra mirada alada que navega por piel. 

Los pienso y pienso: "lo complicado es no saber si nos estamos despidiendo o si nos estamos llamando."

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