Tres abrazos (Un adelanto de algo que estoy escribiendo)


"Y así íbamos los dos, padre e hijo, caminando por esas veredas angostas e imposibles de una Buenos Aires que aún temía ser bombardeada. 

Él nunca quitó su mano de mi hombro y hablamos.

Hablamos como nunca, de cine, de política, de historia..

Me contó de La balada del soldado su película favorita y que tuve que esperar casi veinte años antes de juntar el coraje necesario para poderla ver.

Hablamos de socialismo y de caudillos, de guerras y destierros. 

Hablamos de poesía y de poetas, de libros y de Borges -que sería casi como hablar de lo mismo- y hasta hablamos de tangos y de esas minas que asomaban en mi vida.

Hablamos sin tiempo y sin lugar, hablamos como si fuéramos eternos y, siempre, con su mano apoyada en mi hombro.

Hablamos como siempre había soñado que un hijo hablaba con un padre.

Yo aún no lo sabía, pero ése sería nuestro último paseo juntos. Yo aún no lo sabía (aunque sospecho que, en algún lugar o de alguna forma, él lo intuía) pero se estaba despidiendo.

Pasaron 40 años y yo aún siento esa zurda incomparable en mi hombro.

Pasaron 40 años y cada vez que lo necesito llevo mi mano derecha para tocar mi hombro izquierdo, ése que está tan cerca del corazón."

Muchos años después, se dio, llegó a mi vida Emilio, mi segundo hijo. 

-Papá, me interpeló y se acercó a mi cama con ese tono y esa mirada que anunciaban que venía a plantearme algo que llevaba tiempo pensando.

-Papá, ¿el abuelo Roberto era un buen hombre?, preguntó.

-Sí, Emilio, un buen papá y un buen hombre, le contesté.

Pensó un momento y me dijo: Qué bueno que tuviste un papá tan bueno como yo.

-Me habría gustado que me conozca, admitió.

-Creo que de alguna manera te conoce, a veces pienso que nos mira desde una estrella para vernos, le conté.

- Pero yo no puedo verlo a él, concluye con cierta lógica melancólica y me abrazó fuerte y largo.

No sé por qué pero sentí, por un instante, que a ese abrazo se le sumaba alguien que nos miraba desde una estrella.


Gerardo Cadierno

Imagen de La balada del soldado de Grigori Chukhrai, URSS, 1959. 

Patxi Andión - Padre
Gorrión que cantó siempre,
aún sin alpiste.
Eres como la sangre,
eres el aire,
la mar, la barca, el remo
y el navegante;
timonel de mi alma,
más que nadie…
y aún eres muchas cosas más
que me callo y me callan…
Padre.



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