La vuelta
Por Gerardo Cadierno. Apenas cruzó el arroyo que marcaba la frontera reconoció esa brisa que se volvía hospitalaria para el caminante y supo, sin necesidad de carteles o salvoconductos, que ya estaba en casa tras meses -o quizás sólo semanas- de batallar en el frente de combate.
La guerra y la batalla no eran nuevas para él, pero ya no creía demasiado en victorias y en medallas, y había dejado de lado la esperanza de conocer la gloria.
-Me estoy volviendo viejo y un poco cínico, pensó y por eso aceptó esos días de licencia que un capitán comprensivo y cómplice le había dado disfrazándolos de misiones rutinarias en la retaguardia.
El paisaje se le hacía cada vez más conocido, los pájaros y sus cantos le sonaban como propios (era extraño pero por un momento sintió que había olvidado el trino de los pájaros) y marcaban sonoras diferencias con los cuervos que poblaban las trincheras.
Sí, estaba en casa. Era una sensación que aliviaba y reconfortaba. Estar en casa.... pensar en fuegos abrigados, en hijos despeinados y hostiles a maestros, las labores de la labranza y en las reparaciones que nunca acababan y siempre dejaban algo para mañana. Olor a pan y a hierba recién segada.
Debajo de un roble crecían, espléndidos, unos hongos. No necesitó pensar si eran comestibles o no. Lo eran, cualquiera que como él hubiese crecido allí lo sabía son necesidad de pensarlo. Se detuvo, los cortó con cuidado y los echó en su morral no sin antes olerlos para adelantar la delicia de un buen revuelto. Ya encontraría una gallina descuidada que le regalase sus huevos.
- Es extraño encontrar hongos en esta época de guerra, se dijo.
- Estoy de suerte, y siguió andando mientras la batalla se le antojaba ya casi como una pesadilla lejana a pesar que hacía sólo dos días había cerrado los ojos de varios compañeros.
Todo seguía igual, salvo que no veía hombres trabajando. Y por un momento se inquietó ¿Dónde estaban?
-Soy un tonto, se respondió. Estaban con él. En el frente. Matando, muriendo.
Sólo quedaban viejos que lo miraban sin asombro, chicos que lo ignoraban y mujeres que lo estudiaban con recelo y envidia.
Cada paso que daba lo alejaba más de la guerra y lo acercaba al hogar. Apenas se detuvo para cortar un poco de romero y deleitarse con su aroma. Ya faltaba menos...ya casi...sólo subir esa loma, cruzar el arroyo...y...
Se detuvo bruscamente y pensó que llovía, luego se dio cuenta que sudaba, sudaba de miedo.
¿Y si la casa no estaba? ¿Si se habían ido? ¿Si....?
Decidió seguir adelante.
- Es que no me acostumbro a ver vida, se dijo. La destrucción cotidiana se le había vuelto rutinaria.
Se lavó en el arroyo y se decidió a dar los últimos pasos.
Ella se asomó a la puerta y apenas dio unos pasos. Estaba tensa, nerviosa y sus manos no dejaban el delantal en paz.
El se detuvo frente a ella y por un instante la miró. Simple, orgullosa, entera, inquebrantable, sensible. Como toda mujer veía más allá. Toda una mujer.
Los dos chicos se acercaron a ella. El los miró y luego clavó su mirada en la mujer y adivinó una lágrima en esos ojos. En esos ojos que no se despegaban de los suyos y rogaban por una palabra.
La miró nuevamente, se acercó un par de pasos y le susurró: -la patria tiene un nuevo héroe que cayó en defensa de....
El grito fue silencioso y desgarrador, cayó de rodillas y abrazó a sus hijos intentando protegerlos de la verdad de la muerte, de la certeza de la ausencia. El se mantenía erguido con distante respeto. Amagó a balbucear un par de palabras, le entregó la comunicación y se marchó.
Ahora podía, finalmente, volver a casa a comer su revuelto.
María Rosa Yorio, Entra eléctrico
Versión de 1978 por Nito Mestre y los desconocidos de siempre del tema de Charly García y grabado por Sui Generis Video inédito rescatado por el Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken.
deja tu tapado en cualquier rincón y pasa.
Veo que no has cambiado mucho
me da gusto poder verte otra vez tan cerca."
Comentarios
Publicar un comentario
¿Te interesó? ¿Querés aportar algo? Este es el espacio para construir sentidos.