Sin ganas de verla

La luna invade nuestro cielo
y yo acá, sin vos y sin mí.
Solo.

Ella tan plena y yo solo
sin ganas de verla.

La luna es un sueño de un patio
y un dolor heredado
que no permite escapar
no encuentro mi último par de alas
ni las llaves de las ventanas
y alguien se llevo las puertas
y me vigila desde sus dinteles.

El tiempo inexorable se derrama
y me quema como plomo fundido
y no deja de caer esa luna
que me envuelve y me ahoga.

Apuro un tempranillo,
y no tengo verso que sumar
ni que me dibuje
en el tañir de las campanas.

No hay paz y la calma
es como ese alquitrán
que se mastica
y no tiene sabor siquiera a calle.

La ciudad se ilumina y se llena de ruido
y sólo distingo ecos y sombras.

El plenilunio invade el tiempo y
su luz sólo es un cartel que me cuenta
que vos estás sola y yo acá
sin ganas de saberte.

Te muestro mis cicatrices
y me arrojás las tuyas
y mientras tanto, la luna, esa luna
es tu espejo y lo miro y me ahoga tu silencio.

Y ahí estoy, objeto de tu espera.
Tus secretos me envuelven
para cuidarme de vos y me invitan a entrar.

Y la luna nos tiende esa trampa
y no me deja volverte lejana
ni curar de este dolor.

La luna es un mapa que invita
a esperar mientras
fusionamos nuestras soledades
y las fundimos bajo la luna
esa luna que me confunde y no sé si soy.

La luna llena nos invade y ya no queda nadie
más que nosotros y nuestros dolores.

Dolores viejos que beben de cobardías
nos lo entregamos entero
en cuchillos de espejos quebrados.

Tu silencio es un puñal y tu voz una flecha.

Es la noche la que nos persigue
y la luna la que nos exilia.

Y sólo somos dos miradas
que hablan con sus manos

Estar con vos para no dolerme
y dolerte para enhebrarte en mi ego.

Y en un rapto de lúcido coraje huir juntos
del exilio de la noche
y la persecución de la luna.

Para salir a la luz
y sabernos vida. 

Gerardo Cadierno

Liuba María Hevia, Con los hilos de la luna.
“Niña, nunca te enamores si hay luna cuarto menguante
que puede robarte el sueño un asturiano emigrante”.