Florentina
Por Gerardo Cadierno. “…..Cuando alguien me pide que me defina siempre digo que soy maestra por vocación, abogada por elección y política por pasión. Y de las tres actividades la que más me ha servido en la vida fue la de maestra, aun en mi profesión de abogada. Yo siempre digo que no hay nadie que se parezca más al político que un maestro. El maestro se para enfrente de la clase y se expone, y el político también. Ahora bien, ustedes me preguntan cuáles son las armas del maestro, éstas son únicas: la palabra, el libro y la pluma. Y el político tiene las mismas armas…”
Así se describía María Florentina Gómez Miranda, conocida entre los suyos como Porota y que vio la luz en Olavarría el 14 de febrero de 1912. Abogada y maestra, fue una luchadora por los derechos de la mujer que, a partir de 1983, con el retorno a la democracia, y desde su lugar como diputada nacional por la ciudad de Buenos Aires pudo llevar adelante como pocas.
Nacida en una familia de clase media y con seis hermanos varones, Florentina se recibió de maestra, y, en 1945, de abogada en la Universidad Nacional de La Plata. Su decisión de estudiar Derecho fue porque era la única carrera que podía cursar libre, debido a que solamente se presentaba en la facultad los días de exámenes, y como ella misma admite nunca participo en la vida universitaria. Al año siguiente, comenzó su camino político al afiliarse a la Unión Cívica Radical.
“…..Cuando alguien me pide que me defina
siempre digo que soy maestra por vocación,
abogada por elección y política por pasión.”
Esta mujer que se consideraba “católica pensante”en 1954 fue dejada cesante tras 23 años como maestra por no llevar luto por la muerte de Evita a quien, en 1984 yen nombre del bloque radical, la homenajeó como a “una auténtica exponente del pueblo”.
“Prefiero un estadista a un líder. El estadista deja alumnos; el líder, no, porque ese atributo no lo adquirió”. “La revolución tiene que venir desde la educación. Si no hay cambio y no es profundo y claro, la sociedad no evoluciona”, escribió.
Durante su labor parlamentaria entre 1983 y 1991 -fue reelecta en 1987- y al frente de la Comisión de la Mujer, Familia y Minoridad de la Cámara de Diputados, creada gracias a una iniciativa suya recién asumida su banca presentó más de 150 proyectos y se destacó por sus intervenciones durante el tratamiento y la aprobación de las leyes de patria potestad compartida, de igualdad de los hijos extramatrimoniales, derecho de la mujer a seguir usando el apellido de soltera luego de casada, pensión de la concubina y concubino, pensión a la cónyuge divorciada, y de divorcio vincular, todas ellas durante la presidencia de Raúl Alfonsín y que buscaban rescatar a la Argentina del oscurantismo.
En ese rescate para llevar a la patria al siglo XX, Florentina contó desde el Senado con el invalorable trabajo de otra radical: la mendocina Margarita Malharro con quien logró transformar en ley el primer proyecto para establecer un cupo femenino mínimo en las listas legislativas.
“Nunca bajé la vista ante los hombres. Cuando votamos la ley de autoridad compartida de los padres éramos sólo seis mujeres diputadas. Hicimos la gran revolución”, repasaba al tiempo que ponía de relieve que “nunca las mujeres logramos tanto en tan poco tiempo como bajo el gobierno de Alfonsín”.
“Siempre les digo a las mujeres que todo se puede hacer si una quiere. En todos lados siembro algo, no me van a encontrar en un renunciamiento. El único mérito que me reconozco es la coherencia. Lo que defiendo ahora es lo mismo que defendía a los 18 años, con la misma pasión y convencimiento”, sostenía.
Ese día de 1989, pagó el precio de adelantarse tres décadas y ser la primera diputada que presenó un proyecto de ley de despenalización efectiva del aborto para las mujeres violadas.
“El aborto es el único delito que tiene exclusivamente una víctima: la mujer. La lucha contra el aborto está mal encarada. No se está en favor o en contra. Nadie puede estar en favor, porque la mujer es la víctima”, explicaba.
Sin miedo, no dudaba en disparar: “Si se embarazaran los hombres hace rato que tendríamos aborto legal”.
Esa iniciativa, junto con el Papanicolaou obligatorio y el primer proyecto presentado en Argentina sobre fertilización humana asistida, fueron de las pocas de sus iniciativas que no lograron prosperar.
“Si de algo se acordará la gente es de mi lucha.
No de mis triunfos.
De mi lucha insobornable por los derechos,
sobre todo, de la mujer”.
En 1999, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la declaró Ciudadana ilustre y en esa ocasión dijo de sí misma que no era otra cosa que “una simple maestra, que tiene como mérito haber vivido intensamente un siglo donde la política y la educación fueron motores de grandes cambios.”
En 2010, fue designada Graduada ilustre de la Universidad Nacional de La Plata, una distinción que le fue entregada por su ferviente defensa de los derechos de la mujer. Florentina fue la primera egresada en recibir esa distinción.
“(Florentina)…ha sido y continúa siendo una activa y reconocida defensora de los derechos de la mujer; derechos que impulsó e inspiró durante toda su vida en sus roles de maestra por vocación, abogada por elección y política por pasión”, dice la resolución de la universidad.
También recibió los premios Banca de Oro en 1986, el Alicia Moreau de Justo de la década de los 90 y la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos le otorgó el premio Dignidad 1999. En 2008 la Fundación Konex le otorgó el premio mención especial por su valioso aporte a la comunidad.
Nunca dejó de participar de la vida del radicalismo y cuando cumplió los 99 años, se organizó una cena homenaje en el Centro Lalín, allí repasó su vida y fantaseó con la idea de festejar el centenario en el Luna Park.
No llegó. Falleció en su casa de Sarandí 1096, en el barrio porteño de San Cristóbal, el 1 de agosto de 2011.
Sus restos fueron velados en el Congreso Nacional e inhumados en el Panteón de los caídos de la revolución del 90 del cementerio de La Recoleta. Es la primera mujer -y única- que accede a ese honor.
Su hogar, declarado sitio histórico, lo legó a las mujeres del radicalismo y allí funciona hoy la Casa de la Mujer Radical, junto con su biblioteca declarada Bien integrante del patrimonio cultural de la ciudad.
“Para triunfar simplemente hay que tener por bandera los ideales y por escudo la intransigencia. Si yo tengo una bandera llena de ideales y solamente la flameo, no me sirve. Si yo, en la primera cuestión que me haga mi principio intransigente no me lo permite, entonces no tengo escudo”, reflexionó a modo de legado quien alguna vez supo: “Si de algo se acordará la gente –dijo una vez- es de mi lucha. No de mis triunfos. De mi lucha insobornable por los derechos, sobre todo, de la mujer”.
Florentina Gómez Miranda en Hora Clave discute con el integrista Cosme Béccar Varela sobre la interrupción voluntaria del embarazo.
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