El don del don
Por Gerardo Cadierno. Hace rato observo un exponencial incremento de rupturas sentimentales que suele darse en fechas merecedoras de regalos.
La primera interpretación de esta observación se relaciona con mezquindades monetarias, por la imposibilidad de hacer frente a un coste o que esa búsqueda de un obsequio lleva consigo una especie de cálculo de costo-beneficio a la hora de fingir posición o buscar ternura.
Sin embargo, aún quedan el crédito, la chance de la piratería marcaria y, la más obvia, unas líneas garabateadas, un dibujo abstracto o la utópica promesa de un reinado sobre los siete mares que podría funcionar como regalo.
No. El regalo es otra cosa.
Sospecho que el regalo y -especialmente- el primer regalo (aunque no se requiera estricta cronología) implica un compromiso. Es una firma en formato mercantil que viene a certificar compromiso, interés y conocimiento del otro.
Yo te doy en tanto sé quién sos y sabés quién soy. En mi dar y recibir nos reconocemos y aceptamos. Nos sabemos y estamos dispuestos a seguir en este camino.
Sí, aunque sea un par de medias compradas en la feria que está debajo del puente Arenas en Lanús.
El tema pasa porque ése momento asusta, porque el compromiso asusta, porque implica darse y abrirse, porque implica voluntaria vulnerabilidad.
Entonces, es a la hora de elegir el regalo cuando vemos los peores perfiles de uno y de otro.
Por ejemplo, si el talle es grande es porque está hecho una ballena, porque no se cuida, porque no se valora y si no se valora no me valorará y así en una espiral decadente que nos conducirá al séptimo círculo del infierno.
Ojo, y acá el detalle que refuerza el descarte de avaricias, no siempre el problema surge a la hora de dar.
Recibir y darse
La hora de recibir puede ser tan o más conflictiva y esa conflictividad escalaría en relación a la carga simbólica del obsequio.
Es decir, cuanto menos tiene de regalo y más de don. Cuanto más de quien da está en ese don.
Por ejemplo, una invitación a un restorán puede ser correspondida con otra similar. Un blindaje afectivo del tipo mano a mano.
Pero, ¿qué actitud tomar ante una invitación que incluye que quien invita cocine en un acto que conlleva generosidad, talento y sabiduría?
¿Cómo corresponder a semejante don?
Se podrá simular aportando un vino o lavando cacharros, pero, a la larga, sabemos que eso es mentira.
Es decir, ese vino o ese lavado es verosímil en términos de regalo, pero no de don. No compensa ni en lo económico, ni en lo simbólico, ni en lo afectivo.
corre el velo y te espeja,
aunque mires para otro lado,
aunque pretendas eludir."
Y allí comienza el retorno de la distancia, el despegue del enojo y el fundamento de la huida.
Cuando hay temor al don, las palabras dichas dejan de tener sentido y pasan a vaciarse de contenido, a ser borradas, olvidadas y descartables.
Claro, ya se probó lo bueno y allí es que surge la tensión entre entregarse al don o abandonarse al miedo disfrazado de lejanía o crueldad.
Lastimar al otro, en aras de cuidarlo de las propias miserias.
- “Lo lastimo por su bien, no soy buen partido”.
- “Nadie me merece porque no merezco a nadie”.
- “Soy un ser vacío, ese es mi destino”
El abandono como certeza
El intercambio de regalos es compromiso libre e igualitario en términos simbólicos. Quien no puede sentirse merecedor de ellos buscará alternativamente y tal vez en un mismo día o un proveedor poco exigente o un inútil crónico.
La dibujará como quiera pero lo cierto es que hasta que no supere esas instancias, jamás podrá reconocerse, no ya en un par, sino a si mismo y adoptará tantas identidades que olvidará por completo quién es.
Lo importante será ser aceptado y ante la interpelación del regalo huirá porque no importa si es donante o donador, porque el don siempre nos interpela.
Y la interpelación te hace pensarte, te descubre y acá lo importante es adaptarse, parecer, socializar sin mostrarse.
Por eso el regalo te descubre, porque corre el velo y te espeja contra vos mismo, aunque mires para otro lado, aunque pretendas eludirte.
Y esa frontera cada vez es más contractiva porque ya no hablamos de aniversarios o cumpleaños. El círculo se cierra y pasa a ser un encuentro, una comida, la propia compañía.
Porque, al fin y al cabo, el regalo es uno mismo. Y de eso no podemos huir porque, junto con la parca, ser quiénes somos es lo único que siempre nos alcanza.
Loreena McKennit - Dark night on the soul
Poema de San Juan de la Cruz
¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
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