Creta, a miles de años


Perdido, lejano y errante
fatigaba umbrales ajenos
ojos extraviados, movimiento nulo
ensoñado, indiferente
como cuando me fundí
en la corriente de un río sin nombre,
que, vagabundo y sin destino, sólo pasaba
como esa ruta que se adivina
desde la ventanilla opaca de un tren
en otro viaje sin sentido
en la esperanza de renacer.

En el medio, un cortejo de cuervos
desgarran las líneas de una carta astral
y el tiempo piedra busca diarios viejos
para armar los nuevos mojones
que orbitan sobre mi, 
ocultos entre telas de araña
que disimulan su sentido entre canciones antiguas.

Busco, entonces, en raíces de árboles olvidados,
y en flores hundidas que me llaman
para que las riegue en brotes de vino
y pasan los hombre de bronce, los de hierro,
los de plata y los de oro inundando sus senderos de lágrimas
aletargados entre peregrinaciones de arañas.

Y te veo roja y almendra
con gorjeos nuevos entre tus dedos
hijos de una calandria
que depositás, suave, entre ramas de cerezo
para que yo la escuche
y un gato hambriento la descubra
como un día descubrió a ese pez
que me acompañaba desde el rio sin nombre
enredado en las redes de mis pensamiento.

Nunca supe si fue el gato
o la nostalgia los que se llevaron al pez
tampoco volví al río a buscarlo
ni pregunté de quién eran la carne y la sangre
de mi mesa y mi cáliz
mi piel y tu matriz.

Tus espinas y mis cicatrices
nuestra sangre, porque te veo roja,
mis manos cuchillo de luna
y clavos de cruz.

Te cuento de Gaugamela y Bactria
de Pierre, Eloísa y Astrolabio
te presento a Hildegard y a los pueblos del caldero
y te llegan en barcos de uñas
los avisos de Ragnarök.

Pero la historia no alcanza
la sombra de la histeria la ahoga.
"La histeria no construye historia",
escribo, apurado, en un papel azaroso.

Y el gato agazapado
se vuelve espina bajo nuestras uñas,
hoja angustiada, que torna mustios los atardeceres
egoísmo cobarde, que sólo navega
en el mar de la oportunidad.

Y Minos que pesa en su balanza
en un plato el amor, en otro el egoísmo
en otro el deseo, en otro la cobardía

Y el reloj naufraga
mientras pienso si habrá pensado en tiempo
la sacerdotisa de Innanna
que amó a Shu Shin en la tierra de los ríos
y si habrá especulado Ariadna en el laberinto
con qué dirían en Cnossos de sus hilos.

Y pienso en ése pez y ése río
y en calandria, gato y rosa
y si es posible que Newton y Kepler
hayan descubierto las leyes
de la mecánica del universo.

Creta está a miles de años
y en la pileta aguardan
platos y cuchillos
vasos y cacharros.

Tu piel y nuestro sudor
la tele, habla sorda
y las sábanas desordenadas
que saben de realidad y suspiro
nos aferran una vez más.

Gerardo Cadierno

Les Kolokotreonei
Vangelis & Irene Papas


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