Cómo dejé de fumar
Por Gerardo Cadierno. El 6 de diciembre de 2012 era un dia destinado a ser la antesala del #7D cuando se supone que se desataría la entrada plena en vigencia de la hoy vetusta ley de Servicios Audiovisuales en la que cientos de calamidades asolarían la tierra.
Como buen preludio, ese dia comenzó con un incendio en un depósito químico en el puerto de Santa María del Buen Ayre provocado por un idiota de ocasión que quiso apagarlo con agua por lo que se desató una gigantesca nube que invadió las calles de la Trinidad al compás de rumores y evacuaciones. En ese incidente se estrenó como comediante un tal Sergio Berni.
Al atardecer, un sorpresivo, inmenso e incivil chaparrón, tuvo a bien inundar la ciudad y despertar disparates sobre lluvias tóxicas y Chernobyles.
Pero yo recuerdo ese día por un atolondrado que giró sin ver en la antigua 9 de Julio y Córdoba lo que ocasionó que yo fuera a parar -literalmente- de culo a 20 metros con una vértebra aniquilada y un hombro destrozado como saldo.
Fue mi noche boca arriba entre ambulancias, camillas, distribuidores de carroñeras tarjetas de abogados, hospitales, rayos X y tomógrafos y una morifina aliviadora que durante horas se negó a venir a mí.
uno aprende que es parte de la vida,
como esa tía odiosa pero que,
en el fondo, esperamos."
Al día siguiente, cinco horas de cirugía, dos barras y diez clavos de aleación de titanio, una vértebra nueva y la confirmación que sólo hubo un azaroso centímetro entre la parálisis y yo.
Los doctos, las rehabilitaciones, el tiempo, el tiempo, la gente buena que nunca dejó que me rindiera y la terapia, me ayudaron a pararme primero y a ponerme de pie después. A dar pasos, primero, y a caminar, después.
De tanto ver a la parca a los ojos uno aprende que es parte de la vida, como esa tía odiosa pero que, en el fondo, esperamos.
Estuvieron los de siempre, los incondicionales, hubo esperable gente nueva y también de los inesperados. De los que no estuvieron casi que me olvidé.
Y acá va la nave, andando, mientras es recorrida por un millar de caminos que enhebran innúmeros destinos.
Mientras tanto, pienso en el furor poéticus y sobre si será verdad que la inspiración es esa mano que corre la cortina de sombra que nos vela la visión del socrático topos uranos.
Lo que recuerdo, lo que sé, es que ese día dejé de fumar.
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